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mié, 10 de noviembre de 202110 minutos de lecturaFather Hans Buob

La llegada del Hijo del Hombre

Homilías bíblicas sobre los Evangelios dominicales en el año de lectura B

Ⓒ Photo by Jonathan Petersson on Pexels

Pasajes de la Biblia


Marcos 13, 24-32

Homilías bíblicas


La llegada del Hijo del Hombre

Pero en aquellos días, después de esa tribulación, “se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos”. Verán entonces al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Y él enviará a sus ángeles para reunir de los cuatro vientos a los elegidos, desde los confines de la tierra hasta los confines del cielo. Aprendan de la higuera esta lección: Tan pronto como se ponen tiernas sus ramas y brotan sus hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Igualmente, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el tiempo está cerca, a las puertas. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán. Pero, en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre.

Hoy es el penúltimo domingo del ciclo del año. La liturgia nos guía a lo largo del año a través de los misterios individuales de la salvación como fuentes de fortaleza en nuestro seguimiento a Cristo. Al final del año eclesiástico, se nos conduce hacia la meta: el regreso del Señor. Conocemos este texto desde la infancia, pero creo que, precisamente porque lo conocemos, ya no lo tomamos en serio. Debido a nuestro conocimiento de la ciencia, para nosotros son puras imágenes que ya no significan nada. Ya no entendemos los signos de los tiempos. Por eso es aún más importante que escuchemos atentamente este Evangelio.

Jesús habla en el Monte de los Olivos, frente al Templo. Entre el Monte de los Olivos y el Templo se encuentra el Valle de Cedrón. Este texto es el último discurso de Jesús antes de su Pasión. Este texto está precedido por varias advertencias de Jesús a sus discípulos, concretamente la advertencia de que no se dejen engañar en este tiempo antes de su venida. Dice: "Ahí está el Ungido, ahí está Cristo, ahí está Él". Y Jesús dice: "¡No crean esto! No se dejen engañar". Este tipo de seducción es muy concreta hoy en día. ¿Cuántos cristos se levantan? ¿Cuántos dicen que son la reencarnación de Jesús, etc.? ¿Cuántos mesías aparecen de repente en forma de gurús y similares? Vivimos en el tiempo del cual habla Jesús aquí. Pero muchos de nosotros ya estamos engañados, por lo que es importante escuchar a Jesús y volver a él. El Evangelio de hoy comienza con una transición a algo totalmente nuevo. Dice:

Pero en aquellos días, después de esa tribulación, “se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos”. (cf. versículo 24-25)

Por lo tanto, donde hay tentaciones, donde hay peligro de apostasía, sabemos que viene algo completamente nuevo. "Aquellos días" no son los días de la gran tribulación, sino los días después de la gran tribulación. La gran tribulación tiene que ver con la seducción y la apostasía, es decir, que los creyentes renieguen su fe. Hoy estamos viviendo una gran apostasía, sin exagerar. Quien no vea esto, está ciego. Justo en nuestros pueblos. Justo en los corazones de aquellos que todavía van a la iglesia. ¿Cuánta fe verdadera queda aún? A esta gran apostasía le siguen, por así decirlo, cambios cósmicos. Estos signos externos, por ejemplo, la extinción de las luces celestiales, son la señal de la venida del Hijo del Hombre. Son repentinamente reconocibles para todos como un relámpago. Jesús dice en otro pasaje: "Porque así como el relámpago que sale del oriente se ve hasta en el occidente, así será la venida del Hijo del hombre" (cf. Mt 24,27). Por tanto, no hay que dejarse engañar. Cuando llegue el día del juicio, todos lo vamos a reconocer. Esta es una señal muy importante. Los poderes celestiales indican el día del juicio.

Verán entonces al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. (cf. versículo 26)

No debemos dejarnos ser seducidos de antemano. Cuando el Mesías venga, lo veremos, y todos lo verán. Dice: “Verán” -es decir, los adversarios de Jesús y los adversarios de sus discípulos verán- "al Hijo del Hombre venir en las nubes". El hecho de que este pasaje no especifica “¿quiénes verán?” expresa que la revelación del Hijo del Hombre en su resplandor de poder, en su fuerza y gloria será perceptible por doquier. La expresión "con gran poder y gloria" representa la plenitud de la gloria del Señor que regresa, el Juez Final. “En las nubes” es siempre una expresión para la presencia de Dios. La nube que oculta es un signo de la presencia de Dios. En la nube desciende Dios sobre el templo, etc. Así, todos -todos los adversarios- lo verán. Todos los perseguidores, incluso los perseguidores de los discípulos lo verán. Se revelará.

Y él enviará a sus ángeles para reunir de los cuatro vientos a los elegidos, desde los confines de la tierra hasta los confines del cielo. (cf. versículo 27)

Este es el segundo acto del día del juicio. Comienza con una expresión que en griego significa "segundo paso". El primero es la aparición del Señor. Entonces los ángeles son enviados como segadores, y han de recoger a los elegidos, y eso desde los cuatro vientos. Esta es una promesa muy reconfortante. Ningún elegido será olvidado en esta reunión, no importa dónde esté. Los ángeles serán enviados a reunirlos, a buscarlos. ¡Seremos recogidos! ¡Qué expresión tan maravillosa! Dios nos invita. Aparece y envía a sus ángeles a recogernos de donde estemos, no importa dónde. Y no se olvida de nadie. Es una expresión muy hermosa del amor de Dios. De hecho, hay otro versículo en el que aparece esa palabra griega en el Evangelio de Lucas: "Cuando comiencen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención" (Lc 21,28). Es un día de alegría. Si he vivido con Cristo, es una alegría poder verlo cuando venga, y poder esperar a que nos recoja personalmente. El pasaje nos permite imaginar esto un poco, experimentar su trasfondo, su significado tan personal. No se trata simplemente de una reunión masiva, sino que los elegidos son reunidos y recogidos, cada uno personalmente, desde los cuatro puntos cardinales. Y estos ángeles enviados son llamados “apostelein”, que es la misma palabra que Jesús utilizó para los apóstoles. Por lo tanto, Dios los envía como a los apóstoles, con autoridad para llevarnos al Reino de la gloria.

Aprendan de la higuera esta lección: Tan pronto como se ponen tiernas sus ramas y brotan sus hojas, ustedes saben que el verano está cerca. (cf. versículo 28)

A diferencia de los numerosos árboles de Palestina, que siempre están verdes, la higuera pierde sus hojas en otoño y brotan otras nuevas en primavera, al igual que nuestros árboles en Occidente. De este modo, puede indicar la estación del año. Así, el juicio final no se compara aquí con el otoño, como tal vez podríamos pensar, sino que el juicio final se compara con la primavera, con el verano. Cuando la planta se cubre de hojas, es decir, en primavera, se acerca la venida del Señor. Una expresión maravillosa, porque el verano significa vida. La vida está cerca. Cuando el Señor viene, la vida, la vida eterna, está cerca. Esto es lo que quiere decirnos la imagen de la higuera: es una expresión del comienzo de la "nueva vida". Por eso Jesús utiliza este árbol en su comparación y no los árboles que conservan las hojas todo el año.

Igualmente, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el tiempo está cerca, a las puertas. (cf. versículo 29)

Todos los signos que Jesús ha descrito hasta ahora apuntan a la proximidad del fin. "Cuando vean que suceden estas cosas", o sea, lo que Jesús ha descrito allí, entonces el Señor está cerca "a la puerta". La consumación final tendrá lugar con la venida del Hijo del Hombre. La expresión "así comienza" y "así lo sabrán" muestra el fuerte énfasis de la afirmación: "Por estas señales de los tiempos conocerán la proximidad del fin". Jesús sólo enumera aquí algunos signos. Si consideramos lo poderosas que son estas señales de los tiempos -aquí sólo se enumeran unas pocas cosas, en Mateo y en los otros evangelistas Jesús enumera señales de los tiempos completamente diferentes- y si miramos lo que Pablo también escribe sobre las señales de los tiempos, entonces nos daremos cuenta: Hoy en día estamos experimentando tales signos a escala masiva: terremotos, inundaciones, tormentas, incendios. Todas estas son cosas que mantienen a la humanidad bajo un hechizo durante todo el año. Los científicos también confirman que, en su opinión, nunca ha habido tal abundancia de catástrofes en la historia del mundo. Con estos acontecimientos de la creación, Jesús establece una señal. Debemos verlos como una señal: Él está a la puerta. Esto debería hacernos reflexionar, y no deberíamos vivir despreocupadamente, a pesar de las señales. El mundo debe percibir que vivimos de acuerdo a la esperanza de que viene uno nuevo. Que no nos limitamos a vivir como si la vida lo fuera todo, sino que esperamos algo, igual que la gente espera una boda, igual que los novios esperan su boda: con una emoción y un entusiasmo insólitos. Así es como queremos que la gente nos experimente: Esperamos las bodas del Cordero con su esposa, la Iglesia, que somos nosotros. Esperamos la llegada del Esposo, la llegada del Señor. Son precisamente los signos de los tiempos los que nos deben animar de nuevo a ser esperanzados. Al fin y al cabo, en cada Santa Misa, después del Padrenuestro, rezamos que esperamos la venida del Señor Jesucristo. Pero ¿es eso cierto? En esta área, como en muchas otras, experimentamos a menudo una discrepancia entre como oramos y como actuamos.

Les aseguro que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. (cf. versículo 30)

De nuevo, este "les aseguro" es una confirmación absoluta. La palabra usada en griego significa "seguro como la muerte", así que es un énfasis muy fuerte de esta profecía que Jesús está pronunciando: que esta generación -en singular -no pasará hasta que todo esto ocurra. La raza humana -es decir, esta generación de la humanidad, la raza humana, en singular- no morirá antes. Tampoco se extinguirá antes, sino que experimentará todo esto. Esa es la profecía. Por lo tanto, cuando el Señor venga, la humanidad no será aniquilada -como a menudo tememos- ni por las armas nucleares ni por las otras armas de destrucción masiva del hombre. No; esta generación no pasará hasta que todo esto ocurra. Entiendo esto como una garantía de que las personas no pueden ni deben exterminarse unas a otras hasta que venga el Señor. La raza humana no se extinguirá ni será aniquilada antes de eso. Leamos las Sagradas Escrituras -lo que Dios nos ha dicho. El Señor dice que "nos lo asegura", por lo que es cierto como la muerte.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán. (cf. versículo 31)

En esta frase se afirma que la palabra de Jesús nunca pierde su validez. No se puede ignorar ninguna parte con explicaciones. La Palabra de Dios dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán” y eso se refiere a todo lo que dicen las Sagradas Escrituras. Que nadie te engañe y te haga creer que no debes tomar en serio todas las palabras de la Escritura. Luego, al final, Jesús dice:

Pero, en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre. (cf. versículo 32)

Jesús se ha despojado de su divinidad. Como ser humano, no conoce la hora, sino que sólo el Padre la conoce. Los discípulos siempre preguntan por los tiempos, igual que nosotros. En otro pasaje de la Escritura, le preguntan a Jesús: "¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?" (cf. Mt 24,3; Mc 13,4; Lc 21,7). Preguntar sobre el tiempo es pura curiosidad. ¿Por qué necesito saber el tiempo? Si espero a Jesús, si estoy en sintonía con él, entonces puede venir en cualquier momento. ¿Por qué necesito saber la hora? Siempre es agradable que nos sorprendan.

Incluso ser sorprendido por algo agradable es más maravilloso que saberlo todo de antemano. La Navidad es un ejemplo típico de esto. Si ya sé todo lo que me van a regalar, pues igual me hace ilusión. Pero cuando me sorprende algo que no esperaba, es mucho más bonito. Dejémonos sorprender y no intentemos preguntar siempre con curiosidad cuándo y cómo sucederá. Detrás de este cuestionamiento suele haber una falta de un verdadero deseo de arrepentirse. Queremos posponerlo un poco más. Hoy en día, la gente corre a cualquier lugar donde haya un supuesto mensaje sobre el futuro, y cuando un adivino dice algo sobre el futuro, todo el mundo se emociona. Pero nadie se convierte. Si somos sinceros, cuando preguntamos "¿Cuándo será eso?", en realidad sólo queremos medir los riesgos que tomamos. Pensamos que, si el juicio no es hasta dentro de cien años, entonces ni siquiera necesito preocuparme, no necesito arrepentirme -o no hasta poco antes de morir- ¡aunque eso es muy arriesgado! Porque mi vida es decisiva, muy decisiva y también lo será mi muerte. No debemos engañarnos sobre esto. Por eso, sólo el Padre conoce el tiempo, y nosotros no debemos calcular un tiempo, sino responder al mensaje de Jesús, es decir, recapacitar, arrepentirnos, vivir con la mirada en Él. Entonces puede venir cuando quiera. Entonces puede sorprendernos en cualquier momento. ∎

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