YOUCAT Daily


Jn 8, 21-30
Jesús les dijo de nuevo: —Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; adonde yo voy vosotros no podéis venir. Los judíos decían: —¿Es que se va a matar y por eso dice: «Adonde yo voy vosotros no podéis venir»?
Y les decía: —Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. Os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados. Entonces le decían: —¿Tú quién eres?
Jesús les respondió: —Ante todo, lo que os estoy diciendo. Tengo muchas cosas que hablar y juzgar de vosotros, pero el que me ha enviado es veraz, y yo, lo que le he oído, eso hablo al mundo. Ellos no entendieron que les hablaba del Padre. Les dijo por eso Jesús: —Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que como el Padre me enseñó así hablo. Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada. Al decir estas cosas, muchos creyeron en él.


Si ya tenemos el Bautismo, que nos reconcilia con Dios, ¿por qué necesitamos entonces un sacramento específico de la Reconciliación?
Si bien el Bautismo nos arranca del poder del pecado y de la muerte y nos introduce en la nueva vida de Los hijos de Dios, no nos libra de La debilidad humana y de la inclinación al pecado. Por eso necesitamos un Lugar en el que podamos reconciliarnos continuamente de nuevo con Dios. Esto es La confesión. (1425-1426)
Confesarse parece no estar de moda. Quizá sea difícil y al principio cueste un gran esfuerzo. Pero es una de las mayores gracias que podamos comenzar siempre de nuevo en nuestra vida, realmente de nuevo: totalmente libres de cargas y sin las hipotecas del pasado, acogidos en el amor y equipados con una fuerza nueva. Dios es misericordioso, y no desea nada más ardientemente que el que nosotros nos acojamos a su misericordia. Quien se ha confesado abre una nueva página en blanco en el libro de su vida.

